Catar significa probar un alimento o bebida con la intención de examinar sus cualidades. El vino suele catarse ya que es considerado una bebida especial por ser obtenido a través de un proceso natural de la uva.

La elaboración de un vino enriquece cada una de sus virtudes en tonalidades, aromas y sabores. Sean vinos jóvenes (sin paso por barrica), con crianza o de gran reserva el ejercicio de cata es similar.

Comienza por la vista, detecta qué colores notas en tu vino. Desde luego, estos varían en Tintos, Rosados y Blancos, pero cada uno tiene una gran gama de tonalidades. Inclina ligeramente tu copa hacia adelante para que sea más notorio el color.

Entre más vivos sean los colores de un vino se trata de un vino joven, si son más oscuros se habla más de un vino con meses en barrica, un vino con crianza.  

Seguimos con el olfato. Lleva la copa sutilmente a tu nariz y detecta los aromas que se desprenden del vino. Se recomienda hacerlo una segunda vez, pero con un ejercicio previo “oxigenar el vino”: agita suavemente tu copa en círculos y llévalo a tu nariz, esto hace que los aromas se hagan más presentes.

Llegó el momento de degustar en boca. Aquí las notas de sabor se harán presentes en el paladar y dependerán si son vinos jóvenes o con crianza. Notas más hacia madera, chocolate, café, entre otros son características de vinos con paso por barrica. Los vinos jóvenes destacan por sabores frutales como a fresa, manzana y ciruela, por mencionar algunos.

Tips adicionales: 

Cuida la temperatura. En la mayoría de las botellas encontrarás la temperatura ideal de tu vino en su contra etiqueta. Lo ideal es enfriarlo en una cubitera con 70% hielo, 30% agua.

Procura servir en una copa. El tallo de la copa es la parte ideal para sujetarla, tiene como finalidad evitar el contacto de la mano con el vino para no afectar la temperatura del vino. O bien, en un vaso especial para vino.

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